Miren a Uruguay

Miren a Uruguay

HAMLET HERMANN
No creo que Ivonne Trías vaya a disgustarse porque tome de la revista «Brecha» un trozo de su bello artículo sobre lo que ahora ocurre en Uruguay. A los dominicanos nos hace falta leer algo que se salga de los moldes de las agencias internacionales de prensa, cuya afición por la democracia está muy deteriorada. Así que ofrezco mi espacio para que conozcamos un punto de vista admirable y optimista: el de una periodista uruguaya desde el nuevo Uruguay.

«Por una vez el mundo miró a Uruguay cuando éste lucía su pelo bien cepillado y su mejor vestido, valga la imagen por tanta metáfora futbolera y testicular y no cuando se le habían quebrado las patas institucionales o padecía pestes y miserias. Por una vez había algo importante, importantísimo, para festejar y comunicar.

A lo largo de las horas, como una cacería del tesoro, fueron recuperadas varias pistas de identidad perdidas. El orgullo. Un sentimiento compuesto por reivindicaciones esenciales, íntimas y sociales. El respeto comunitario, más amplio que el grupo político, más amplio que el cintillo deportivo, que la barra etaria, profesional, amistosa, familiar, a la que durante tantos años quedó reducida la excepcional socialización de los uruguayos. En los discursos del presidente Vázquez y en la emoción de Pepe Mujica fue posible recuperar el pasado, como decía Walter Benjamin, «tal como brilla en un instante de peligro». Recuperar aquel pasado de luchas como un legado de abnegación y entrega, dijo el presidente. Y en las palabras, en los contenidos y el escenario había esa calidad que permitía revalorizar los múltiples aportes que hicieron posible esta jornada.

Desde ese sentimiento de valorización sí se puede pensar la amplitud, la despedida cordial.

El 1 de marzo muchas de las palabras empezaban por re: recuperación, reapropiación, reconocimiento, revelación (y otras que se pronunciaban en voz baja).

Reapropiación de la calle como espacio de encuentro y expresión. De los rituales y símbolos comunitarios, viejos y nuevos.

Al final de un día cargado de emociones, todavía la gente tuvo ganas de oír, con inusitada atención, el discurso de Tabaré en la escalinata. Es la misma gente a la que le gusta concurrir a los actos políticos y al del Primero de Mayo para «estar», para sentir lo colectivo, pero sin prestar atención a los discursos. Sin embargo esta vez el silencio era absoluto, como en misa, sólo cortado por los reclamos de los niños. Muchas veces se gritó, como consigna, simplemente el nombre repetido del país. Algo más sutil que un brote nacionalista estaba siendo recuperado. Algo que se refiere más al sentido de los vínculos sociales, al sentido histórico de las luchas que se libraron en este territorio. ¿Quién dijo que el Palacio Legislativo, el «Himno Nacional», la historia nacional, son ajenos?

En la cárcel de Punta de Rieles, durante la dictadura, el himno era usado para el hostigamiento de las presas que, paradas e inmóviles, debían guardar silencio mientras se trasmitía por parlantes, como si fuera parte de la pompa militar. Hasta que un día cambió de sentido. Cuarenta y ocho mujeres uniformadas; un sector entero al que se sumaron luego otros; empezaron a cantarlo, bajito al principio, temiendo las represalias pero ganando en cada estrofa su sentido libertario, desafiante, hasta terminar cantando a voz en cuello, con fuerza desconcertante. Cuando se generalizó esa respuesta, ya no volvieron a usarlo.

Unas décadas después la historia es otra. Más que de resistir este cambio de dirección histórica se trata de reapropiarse, soberanamente, de las cosas y de los símbolos, de los espacios y de los vínculos.

Cuando el nuevo presidente hace hincapié en «la gente» del país como su mayor riqueza y su fuerza, está destacando un rasgo de identidad que permitió a los uruguayos sus mejores construcciones, el tejido de organizaciones sociales y de cultura organizativa que actuaron de diques o de ramitas de las que colgarse cuando otros países se desbarrancaban. Las 24 horas del 1 de marzo de 2005 fueron una demostración de salud política y social. Un indicador del capital inicial con que arranca el nuevo Uruguay, formado por un apoyo mayoritario a las primeras medidas, a la definición de las emergencias y las prioridades y a su encuadre: la pobreza extrema, la infancia y adolescencia, la población encarcelada, el trabajo, los derechos humanos en un marco de «libertad, solidaridad e igualdad de oportunidades» para todos los uruguayos. Y si bien es cierto que ese día sonó mucho la sílaba «re», es justo decir que también sonó la sílaba «in»: innovación, invención, intuición, investigación.»

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