Mis amigos expertos del “Ya”

Mis amigos expertos del “Ya”

He dejado de participar en tertulias de algunos amigos y conocidos melómanos, porque no soporto su arrogancia. No son todos los que exhiben esa prenda. Me refiero a algunos que son amantes del Jazz.

No entiendo por qué, después de hacer esfuerzos por tener una producción musical, quieren mantenerla como el secreto mejor guardado. Tienes que arrodillarte ante ellos para que te dejen, por lo menos, ver la carátula. Esa actitud me irrita. Quizás porque me gusta que a todo el mundo le guste lo que escucho.

Esta gente se apoya en la frase que dice que “el Jazz es asunto de minoría”, y no hacen nada por cambiar ese postulado. Prefieren seguir siendo los “elegidos” y mantener este estilo musical exclusivo de una élite. Por otro lado acusan a la mayoría de tener mal gusto, mirándolos por encima del hombro, y rechazando toda manifestación popular que no alcance a emular a Charlie Parker, a Louis Amstrong o Miles Davis.

Un día querían crucificarme porque llevé a una reunión el disco “Indestructible” de Ray Barretto para escucharlo. Uno de ellos me preguntó si ese Ray Barretto tenía alguna relación con uno que exponía una interesante fusión en un álbum llamado “Hand print”. El hombre no creía, o no quería creer que hablábamos de la misma persona. Le resultaba imposible que una obra tan exquisita, como esa que vivía en su tramería personal, tenga alguna relación con aquellos ritmos de barrio. Entonces le dije, que si quería entender más aquella interesante cohesión, tenía que escudriñar en el origen de los elementos que la componen, como la base rítmica afrocubana.

Su “genialidad” lo llevó a responderme, que la música caribeña no tenía clase. Quizás él y todo el grupo aspiran a que esa música pertenezca a su clase: la de los expertos de Ya, y no así del Jazz.

Por eso no quiero verlos ni escucharlos más. No me interesa saber de sus juicios ni sus discotecas. Espero que lean estas líneas para que conozcan el motivo de “mi sacada de pies”. Y que no se alarme por esta última expresión, que yo también soy de barrio, como la música de Barretto. Como el toque que empezó a llegar a los Estados Unidos a partir de los años 20, y que en los 40, Chano Pozo combinó con la propuesta de Dizzy Gillespie, surgiendo así el cubob, primera expresión legalizada del jazz latino.

Es necesario escuchar las cuerdas de Arsenio Rodríguez, y al mismo tiempo vivir la magia y el color de las teclas de Thelonius Monk. Así comprenderíamos mejor las formas de Gonzalo Rubalcaba, Hilton Ruiz, Arturo Sandoval, Chucho Valdés y Michel Camilo entre otras figuras que hoy pasean el tumbao de estas islas por el mundo.

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