Mis bodas de oro con la Comunicación

Mis bodas de oro con la Comunicación

Parece que fue ayer, pero no lo es. Cincuenta primaveras – con sus días y sus noches – es tiempo suficiente para acumular experiencias y registrar acontecimientos, útiles o inútiles, en la vida del ser humano.
Asumir un oficio de alto riesgo, recién pasada la lucha fratricida del 65, suponía alta vocación y el vehemente deseo personal de aportar a la nación conocimientos. Quizás fue mi caso.
En el intrincado e inescrutable espacio del alma humana subyacen talvez pensamientos – o vocaciones – que el tiempo se encarga de descubrirnos.
Ávido lector de noticias y sucesos desde temprana edad, percibí un marcado interés por exponer ideas, por “contar” yo también.
Así llegué a los medios escritos y audiovisuales, cargado de enormes ilusiones. Corría el 1967 del pasado siglo.
La irrenunciable función social de la prensa, como su defensa de las libertades públicas, ocuparon el rol protector de las mayorías desprotegidas, durante etapas críticas de la nación, abonando muchos de los avances democráticos que disfrutamos hoy.
Quienes en el ejercicio periodístico transitamos los caminos difíciles de la sociedad dominicana, asumimos conscientes nuestras responsabilidades frente a los obstáculos que se interponían en los deseos libertarios del pueblo, a mediados del pasado siglo.
Una prensa garante de las libertades públicas, y los derechos ciudadanos, no tardaría en despertar recelos en los sectores de poder de la época, quienes apelaron a mecanismos represivos que – en esa época convulsa – dejaron luto y dolor en nuestra clase.
Es de justicia recordar a esa generación de profesionales que siempre estuvo presente, con denodada valentía, en tan tormentoso período de la patria.
¡Qué etapa más difícil – y a la vez aleccionadora – de nuestra historia!
Como muy bien ha puntualizado el colega Juan Bolívar Díaz: La comunicación, o es social, o no es na’.

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