RAFAEL MOLINA MORILLO
En los periódicos estamos acostumbrados a que se nos responsabilice por todo lo malo que suceda en derredor. Se nos critica porque destacamos los crímenes, porque le damos mucho despliegue a la miseria, porque hablamos demasiado de la basura en las calles, porque le concedemos demasiado espacio a la discusión política, etcétera.

A esas imputaciones tenemos que responder que no somos los periodistas quienes cometemos los crímenes, ni quienes regamos la basura en las calles, ni quienes producimos la miseria, ni mucho menos quienes damos cuerda a los políticos para que se lancen improperios recíprocamente. Simplemente somos un espejo de la realidad: si ésta fuera hermosa, reflejáramos un cuadro hermoso; si es fea… no podemos ni debemos alterarla.

En una reciente entrevista televisada me preguntaba mi interlocutor acerca de las razones que hacen subir o bajar la aceptación de una publicación, hasta llevarla al éxito o al fracaso. La respuesta –le dije- no está en el sensacionalismo, sino en la credibilidad, cuando ésta se logra sin variaciones, de manera constante y permanente.

El mayor tesoro, el capital más valioso que puede tener un medio de comunicación cualquiera no son sus maquinarias, ni sus instalaciones físicas, ni sus cuentas bancarias, sino la fe y la confianza que inspiren en sus lectores, radioescuchas o televidentes. ¿Qué inspira esa credibilidad? El estricto apego a la verdadd y a principios éticos inmanentes. Organo de prensa que se aparta de esa norma, órgano de prensa condenado a declinar.

Hoy cumple cinco años de fundado el periódico EL DIA, un periódico inspirado en esos valores. Los que trabajamos allí, tenemos la conciencia tranquila.
(r.molina@verizon.net.do)