POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Nuestro país atraviesa por dos grandes crisis, a las que tanto el sector público como el sector privado dedican la mayor atención: se trata de la crisis económica, cuyos orígenes no es mi propósito dilucidar ahora, y la crisis política, creada por la limitada capacidad cultural de la mayoría de los actores en la vida pública y las desmedidas apetencias de los liderazgos partidarios entronizados en los organismos que supuestamente son representativos de la sociedad.

Estas dos crisis, la económica y la política, se manifiestan a diario prácticamente en todo el acontecer nacional, con retrocesos y avances en lo que hemos dado en llamar las luchas contra la pobreza, por un lado, y en pro de la institucionalidad, por el otro.

Pero junto a ellas reina también la crisis moral, que en gran medida aporta el fertilizante para que las otras dos se fortalezcan, haciendo más difícil la tarea de saneamiento social en las distintas áreas del quehacer humano. Enfrentamos una total inversión de valores, que nos conduce al irrespeto colectivo, a la indiferencia ante los actos antisociales, a la corrupción descarada en todos los órdenes, a la mentira y, en fin, a la desintegración social.

Toqué este tema en mi breve participación como ponente en el Foro Presidencial por la Excelencia de la Educación Dominicana, que se efectúa en estos momentos en el hotel Lina, con la esperanza de que al combate de la crisis moral se le conceda la atención que merece. Ojalá que así sea.(r.molina@verizon.net.do).