RAFAEL MOLINA MORILLO
Terminada la misión de la Sociedad Interamericana de Prensa en Paraguay, permítanme contarles mis impresiones, no ya como presidente de esa organización de lucha por la vigencia de la libertad de prensa en el continente, sino como un dominicano que visita por primera vez al mencionado país sudamericano.
Diez veces más grande que la República Dominicana y con una población de apenas seis millones de habitantes, Paraguay tiene en común con nosotros el haber padecido una dictadura por décadas y estar en busca, con sus tropiezos y sus aciertos, de una democracia funcional.
Pero quiero hablar de su gente, amable y generosa, con gran respeto por su historia y sus tradiciones, orgullosa de sus orígenes guaraníes, y con un visible deseo de superación. Se siente la presencia y la influencia de sus vecinos fronterizos brasileños, argentinos y bolivianos, en ese orden, sin los menores síntomas de pérdida de la propia identidad nacional.
La prensa es vigorosa en Paraguay. Los periódicos, de alta calidad, guardan entre sí una fuerte competencia comercial en medio de un ambiente de cordialidad y respeto entre ellos. Un alto grado cultural se percibe en los jóvenes periodistas que pueblan las salas de redacción de los medios radiales, televisivos e impresos que se disputan la preferencia de sus productos.
Tuve ocasión de intercambiar con altos funcionarios de la nación, incluyendo al presidente Nicanor Duarte Frutos, sencillo y campechano, antiguo cronista deportivo, quien me dispensó atenciones más allá de lo esperado, al igual que otros dignatarios de las ramas judicial y legislativa. Pero también bajé al pueblo, para tener contacto con la gente de la calle. Allí, cada uno, desde luego, me describía una película diferente, según sus respectivos puntos de vista, de bienestar o de sufrimiento.
Como todos los pueblos de nuestra América Latina, Paraguay está en busca de su camino. Un pueblo noble y bueno, que merece encontrarlo.
r.molina@verizon.net.do)