Mis Buenos Días
No olvidemos que debemos olvidar

<p><strong>Mis Buenos Días<br/></strong>No olvidemos que debemos olvidar</p>

POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Estaba yo, en los primeros días del año, enviando algunas tarjetas de agradecimiento a varias personas que me habían felicitado por un motivo equis que no viene al caso. Un amigo que estaba conmigo leía sobre mi hombro lo que yo escribía (la confianza entre nosotros se lo permitía). Al ver en un sobre el nombre de una persona a quien ambos conocíamos bien, no pudo contenerse y me dijo en tono de reproche:

“¿Y vas a darle las gracias a Fulano de Tal? ¿No recuerdas cómo él te ofendió y todo el daño que te hizo?”

“Sí –le respondí-, lo recuerdo perfectamente, pero también he recordado que debo olvidar”.

Sucede que muchas veces, cuando alguien nos lastima y luego pide excusas, decimos que está bien, que no ha sucedido nada. Pero en el fondo dejamos grabada esa ofensa en la mente, y casi nunca la borramos de ahí. Somos como los contadores públicos autorizados, que llevamos una cuenta muy exacta de los “debe” y los “haber”, donde anotamos con tinta indeleble los puntos negativos de cada persona con la que nos relacionamos.

En vez de eso, deberíamos llevar solamente el control de lo bueno. El perdón es enemigo de aquella clase de contabilidad.

Si queremos que algo no se nos olvide, solmente tenemos que repetírnoslo constantemente. El estudiante repasa sus lecciones con ese fin; los artistas ensayan, ensayan y ensyan; los políticos repiten sus discursos frente a un espejo; y así por el estilo. Pero el amor deja pasar las ofensas deliberada y concientemente.

Cuando no somos capaces de olvidar las heridas que se nos infligen, exhibimos nuestra debilidad fundamental: el rencor y el deseo de venganza.

Por eso, cada vez que me llega un recuerdo desagradable, también recuerdo que debo olvidarlo.
(r.molina@verizon.net.do).

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