Mis Buenos Días
“Pero es que debo hacerlo…”

<STRONG>Mis Buenos Días<BR></STRONG>“Pero es que debo hacerlo…”

RAFAEL MOLINA MORILLO
En varias ocasiones he escrito criticando a las autoridades del tránsito porque permiten que pordioseros en sillas de ruedas circulen temerariamente entre los vehículos que se detienen por segundos bajo la luz roja de los semáforos, para recabar unas cuantas monedas, en las esquinas más activas y peligrosas de la capital.

La crítica va dirigida, al principio, a los agentes de Amet que controlan el tráfico, pero si he  de ser sincero tengo que confesar que también, para mis adentros, me sale a veces uno que otro mal pensamiento dirigido al pobre limosnero lisiado, sencillamente porque “no debería estar ahí”, entorpeciendo el flujo vehicular y exponiendo a los conductores a un peligro innecesario.

Sí, así como lo han leído: ha habido momentos en que me he preocupado más por el daño que la silla de ruedas puede causarle a mi vehículo, que por la posibilidad de que el mendigo salga herido en una colisión.

No soy, pues, muy propenso a dar ese tipo de limosna, lo admito. Pero hace dos noches me pasó algo que me dejó meditando profundamente. Sucedió que, en una luz roja, se puso junto a mi ventanilla y paralelo a mi carro, un jovencito inválido que solo con la mirada me pidió que le diera algo. Mecánicamente tomé unas monedas y se las pasé. A su intento por limpiar con un paño el espejo retrovisor, le dije rápidamente, talvez groseramente, que dejara el espejo como estaba, que no era necesario que lo limpiara.

“Pero es que debo hacerlo, es que debo hacerlo”, fue la tierna respuesta del muchacho que, lloroso, me miraba fijamente como diciendo: “Si no lo hago, no merezco su ayuda”.

Naturalmente, dejé que lo limpira y le dí todo el tiempo que necesitó para hacerlo con sus torpes manitas.

¡Cuánta gente hay bien dotada, con todas sus facultades hábiles, que se las ingenian para no trabajar, para no ser útiles, para recostarse del esfuerzo ajeno! Pero personas como el jovencito inválido de esta historia me hacen renacer la fe en un futuro promisorio. Esa noche aprendí una lección que nunca olvidaré.

(r.molina@codetel.net.do)

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