Hoy 
POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Los juguetes cambian con el tiempo. Hoy día cualquier escolar de curso primario se divierte con juegos de computadora, escucha música del i-pod, se comunica a través de los e-mails, chatea de un continente a otro y porta teléfono celular con cámara fotográfica integrada.
En mi época de estudiante de primaria jugábamos bolas o bellugas, competíamos en el trúcamelo, nos entreteníamos con mano caliente o con el embique pero uno de los juegos que requería más destreza era el trompo. Siempre había, entre los compañeritos, alguno que era más diestro que todos los demás, porque sabía hacer verdaderos malabares con el trompo y la cuerda, para asombro y admiración de todos.
Una de las suertes más difíciles era hacer bailar el trompo en la palma de la mano, y más aún, encima de la uña del dedo pulgar. De ahí que se popularizara la frase Reguílame ese trompo en la uña, cuando se estaba en presencia de algo incomprensible o extremadamente difícil. Han pasado muchos años desde aquella época hasta ahora. Pero la frase de marras me viene a la memoria cuando veo (sin entenderlas) las veleidades y contradicciones en que incurren nuestros políticos con el mayor desparpajo. Por ejemplo: durante el pasado gobierno del PRD, los peledeístas decían ardorosamente que una reforma constitucional sólo debía hacerse mediante una Asamblea Constituyente, mientras los perredeistas defendían lo contrario y la hicieron a la cañona valiéndose de su mayoría congresional. Pero ahora que el PLD es gobierno, los morados sostienen que la Constituyente no es conveniente, mientras los perredeístas ahora no conciben cómo se podrá reformar la Carta Magna sin una Constituyente!
¿Cómo y motivados por qué pueden, unos y otros, cambiar tan pronto de forma de pensar? ¿Será porque una cosa es ser gobierno y tener el poder, y otra es ser oposición y estar en minoría? ¡Reguíleme usted ese trompo en la uña!
