Mis buenos días

Mis buenos días

Por Rafael Molina Morillo
Decían los romanos antiguos que la mujer del César, su jefe, no solamente tenía que ser seria y honesta, sino que también debía tener la apariencia de una mujer seria y honesta. Si parecía una prostituta, no servía, por muy honesta y seria que fuera.

La frase se ha seguido aplicando a las más diversas situaciones, a lo largo de los siglos. La importancia de las apariencias es reconocida principalmente en el ámbito político, donde el cuidado de la imagen de los funcionarios es confiado a especialistas que se ocupan de presentarles bien vestidos, buenos mozos, vigorosos y casi con un halo brillante alrededor de sus cabezas, como si fueran santos. 

No nos explicamos cómo, entonces, algunos funcionarios oficiales han incurrido en el error de negociar, para su propio provecho, la compra de inmuebles del Estado (terrenos del CEA), en franco olvido de la ya citada frase de los antiguos romanos sobre la mujer del César, las apariencias y las realidades.

Podrán decir y demostrar los afortunados adquirientes de esas tierras que los precios acordados para las citadas transacciones son normales. Pero aún así, el solo hecho de despertar aunque sea una leve sospecha de posibles irregularidades en la adjudicación de esos bienes, debería ser suficiente para renunciar a las compras en cuestión.

El funcionario que quiera tierras y disponga de recursos para comprarlas, que las busque en otro sitio, nunca en propiedades estatales, aunque sea solo por cuestión de imagen. No sea cosa de que el César se equivoque, justa o injustamente, con la reputación de su mujer.

———

r.molina@verizon.net.do

Publicaciones Relacionadas

Más leídas