Mis buenos días

Mis buenos días

POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Desde que cayó la dictadura en 1961 los dominicanos venimos ensayando la democracia, con acercamientos y distanciamientos alternos. Aunque hemos realizado algunos progresos, tenemos que admitir que todavía nos quedan muchas lagunas por llenar para sentirnos institucionalmente satisfechos.

No obstante, sin proponérnoslo, hemos alcanzado la más completa democratización en un aspecto, por lo menos: los apagones.

Ricos y pobres, poderosos y débiles, ancianos y niños, militares y civiles… todos, por igual, somos tratados con la misma severidad y con igual desprecio por los apagones cada vez más largos y frecuentes que nos azotan a nivel nacional.

De nada sirve ya tener un inversor en el hogar, pues los apagones son tan prolongados que le consumen toda la electricidad acumulada en sus pilas, de tal manera que el dueño del inversor queda igualado al más infeliz limpiavidrios del semáforo de la esquina.

Los inquilinos de los pisos altos de las majestuosas torres residenciales que se levantan por doquier están ahora en peores condiciones que los que viven en pisos bajos, pues los ascensores duran más apagados que lo que duran en funcionamiento. ¡Nada fácil subir seis, ocho, once o catorce pisos, a paticas limpias!

Las plantas de emergencia, democráticamente igualadas, están reventando por exceso de trabajo, tanto las del supermercado como las de los colmaditos o ventorrillos. El calor que se siente es el mismo, trátese de una oficina de lujo o de un cuchitril, y la oscuridad, cuando es de noche, es tan negra y total en la casa de un tutumpote como en el bohío más humilde de un barrio pobre.

¡Nunca antes habíamos estado tan iguales, los dominicanos! No podemos negar que los apagones nos han democratizado.

———-

r.molina@verizon.net.do

Publicaciones Relacionadas

Más leídas