En la política se mueven muchos intereses y, por lo tanto, se hace difícil establecer cuándo una persona es independiente y cuándo la misma actúa movida por sectarismos o en busca de ventajas non sanctas. Sin embargo, a pesar del lodazal en que se está convirtiendo la sociedad dominicana, aparecen de vez en cuando algunos individuos fuera de toda sospecha en cuanto a inclinaciones o fanatismos partidistas, que nos permiten mantener vivas las esperanzas de que no todo está perdido.

Si nos ponemos a escarbar en busca de esos seres de excepción, para formar con ellos, por ejemplo, un equipo de béisbol, tendríamos ya a la mano, por lo menos, un abridor y un segundo hombre al bate.

El abridor, primero en batear, es el embajador de la Unión Europea, Miguel Amado, que no tiene hacha qué afilar en los conflictos políticos nacionales y de quien, en consecuencia, no se puede decir que está a favor o en contra de tales o cuáles aspirantes presidenciales. En su primer turno al bate, Amado pegó la pelota a la pared del center field, con su grave advertencia de que si no hay transparencia electoral, no habrá ayuda económica de los países de la vieja Europa.

El segundo hombre al bate ha sido monseñor Agripino Núñez Collado, un personaje a quien prácticamente todos los sectores nacionales han acudido alguna vez para pedirle su mediación en toda clase de conflictos, lo que significa que se le considera un hombre imparcial y sin banderías. Este segundo bateador metió, en su turno, otra línea de hit con su premonición de que, si los sectores retrógrados que quieren imponerle al país la fórmula de la llamada «ley de lemas» logran su propósito, pondrán en gran peligro la celebración de elecciones en mayo próximo. Y esto tendría consecuencias catastróficas.

Tanto Amado como Agripino han recibido duras andanadas verbales de quienes pretenden hacer travesuras políticas a costillas del pueblo dominicano. Les exhortamos a que no hagan caso y sigan adelante con su bate caliente. Que poco a poco iremos completando el line up del equipo que, a la postre, tendrá que ser ganador.