POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Al leer esto, probablemente ustedes pensarán: Yo leo, trabajo, hago ejercicio y mil cosas más durante el día, así que mi mente debe estar muy estimulada. Pero la verdad es que la vida de la mayoría de nosotros se lleva a cabo dentro de una serie de rutinas. Piensen en un día o semana promedio. ¿Qué tan diferente es su rutina de la mañana, su ruta hacia el trabajo, la hora en la que come o regresa a la casa?
¿El tiempo que pasa en el carro? ¿El tiempo y los programas que ve en la televisión? Las actividades rutinarias son inconscientes, hacen que el cerebro funcione en automático; requieren un mínimo de energía y las experiencias pasan por las mismas carreteras neuronales ya formadas tiempo atrás. No hay producción de neurotrofinas.
He aquí algunas prácticas recomendadas por el Duke University Medical Center, de los Estados Unidos:
1. Báñense con los ojos cerrados. Sólo con el tacto, localicen las llaves, ajusten la temperatura del agua, busquen el jabón, el shampoo o la crema de afeitar. Verán cómo sus manos notarán texturas que nunca habían percibido.
2. Utilicen la mano no dominante. Coman, escriban, abran la pasta, lávense los dientes, abran la gaveta con la mano que más trabajo les cueste usar.
3. Lean en voz alta. Se activan distintos circuitos que los que usan para leer en silencio.
4. Cambien sus rutas. Tomen diferentes rutas para ir al trabajo, a su casa.
5. Cambien sus rutinas. Hagan cosas diferentes. Salgan, conozcan y conversen con personas de diferentes edades, trabajos e ideologías. Experimenten lo inesperado. Usen las escaleras en lugar del elevador. Salgan al campo, camínenlo, huélanlo.
6. Cambien las cosas de lugar. Al saber dónde está todo, el cerebro ya construyó un mapa. Cambien, por ejemplo, el lugar del cesto de los papeles; verán la cantidad de veces que tirarán el papel al viejo lugar.
7. Aprendan una habilidad. Cualquier cosa; puede ser fotografía, cocina, yoga, estudien un nuevo idioma. Si les gusta armar rompecabezas, tápense un ojo para que pierdan la percepción de la profundidad, por lo que el cerebro tendrá que confiar en otras vías.
8. Identifiquen las monedas. Pongan en su carro una taza con varias monedas diferentes y tenganlas a la mano para que, mientras esten en el alto, con los dedos traten de identificar la denominación de cada una.
¿Por qué no abrimos la mente y probamos estos ejercicios tan sencillos que, de acuerdo a los estudios de Neurobiología del Duke University Medical Center , amplían nuestra memoria? Con suerte, nunca más volveremos a preguntar: ¿Dónde dejé mis llaves?
(Contribuído por Pedro Gañán).