POR RAFAEL MOLINA MORILLO
¿Cómo se llama esa película en la que sale esta artista que es bellísima? ¡ Sí, hombre!, la alta, de pelo negro, que salió una vez con este actor maravilloso que se llama
caramba, el que salió en una obra de teatro muy famosa. ¿Ya sabes cuál digo, no?
(No se si algunos de ustedes, amigos lectores, estarán en esta situación, pero a mí me pasa constantemente y me han caído muy bien estos consejos de salud para mi cerebro, que transcribo a continuación. Espero que los aprovechen).
Así comenzamos. A partir de los treinta años, por lo general, empieza uno a notar que tiene pequeños olvidos: ¿Cómo se llama este tipo? Lo conozco muy bien. ¿A qué hora era la cita, a las 5:00 o 5:30? ¿Esto cómo me dijeron que funcionaba? Mis llaves. ¿Dónde las dejé? ¿En qué piso me estacioné? Pero nada como cuando exclamamos: ¡Me robaron el carro!, sin darnos cuenta de que salimos por la puerta equivocada del centro comercial.
Estos pequeños olvidos nos producen ansiedad. Con terror, pensamos que el cerebro empieza a fallarnos y nos preocupa quedar como la Tía Anastasia, que recuerda con lujo de detalles todo acerca de su niñez, pero no puede acordarse de lo qué hizo ayer o esa misma mañana.
Equivocadamente relacionamos la edad con la falta de memoria. Los neurocientíficos han comprobado que no necesariamente tiene que ser así , que las células se regeneran en el cerebro de los adultos y que, al contrario de lo que se pensaba, la pérdida de memoria no se debe a la edad, sino a la reducción de las neuronas que reciben y procesan la información de otras células nerviosas. Esto sucede por una sencilla razón: falta de uso. Así como se atrofia un músculo sin uso, la habilidad del cerebro que no se ejercita, para meter nueva información, se reduce.
Es cierto que hay vitaminas y medicinas que fortalecen la memoria, pero siempre será mejor que nuestro organismo fabrique las neurotrofinas, que son unas moléculas que actúan como alimento de las células del cerebro. ¿Cómo producir más neurotrofinas? Lo que necesitamos es hacer acrobacias con las neuronas: estirarlas, sorprenderlas, sacarlas de su rutina y presentarles novedades inesperadas y divertidas a través de las emociones, del olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído. Además, retarlas con crucigramas, juegos como rompecabezas o ajedrez. ¿El resultado? El cerebro se vuelve más flexible, más ágil, y su capacidad de memoria aumenta.