Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
He dicho y repito que estamos avanzando en lo que a institucionalidad se refiere, aunque sea poco a poco. Sorprende gratamente presenciar cómo el jefe de la Policía Nacional, mayor general Manuel de Jesús Pérez Sánchez, acepta sin regateos la crítica que la Iglesia Católica ha hecho al cuerpo del orden, en el sentido de que carece de moralidad y procede con ineficiencia. No hay que remontarse muy atrás en el tiempo para recordar cómo los jefes policiales de antes reaccionaban airados ante imputaciones similares y consideraban sus enemigos a quienes osaran señalarles sus vicios y defectos.
Yo mismo, que en ocasiones he sido ácido al comentar actuaciones negativas de la institución policial, he encontrado receptividad y comprensión en la persona del general Pérez Sánchez, en tal medida que me hacen albergar la esperanza de que, si no todas las lacras que asoman en las filas policiales, por lo menos algunas de ellas habrán desaparecido cuando dicho oficial cese en sus funciones directivas.
Frente a la andanada que lanzó a la Policía Nacional la Conferencia del Episcopado, su jefe ha respondido humildemente que está conciente de la situación, y se limita a reafirmar que está trabajando para resolverla.
Para mi, estas nuevas actitudes son señales de que progresamos. Podría ser más rápidamente, pero, como dice el refrán: algo es algo.
