RAFAEL MOLINA MORILLO
Mientras en el resto del mundo cristiano las fiestas de carnaval terminan la víspera del Miércoles de Cenizas, para dar paso a la cuaresma, período de reflexión que recuerda las penurias de Jesucristo en el desierto, los dominicanos hacemos caso omiso a la liturgia y extendemos la celebración carnavalesca hasta los días que deberían ser de mayor recogimiento.

Sin ninguna lógica, mezclamos el carnaval con las fiestas patrias. El 27 de Febrero, fecha oficial de la Independencia Nacional, es también el día cumbre del carnaval dominicano, aunque ésta etapa haya debido terminar antes, como ocurre este año.

En otras palabras, estamos ante un contrasentido colosal. Lo peor es que a este despropósito contribuyen, no solamente la gente ignorante que vive al acecho de renovadas oportunidades de tomar tragos y parrandear, sino también y principalmente las instituciones gubernamentales y las empresas privadas, contribuyendo así a maleducar a niños y adultos.

Por otra parte, la celebración de las gloriosas efemérides de febrero pierden solemnidad y respeto con este mangú histórico-religioso. Se me dirá que, en cambio, son más alegres. Pero, alegres y todo, se trata de una alegría robada, que no pertenece para nada a la Independencia ni a los Trinitarios.

¿Cuándo se tomarán medidas para corregir esta aberrante anormalidad? Quizás ya es tarde para hacerlo este año, pero ¿por qué no se empieza a trabajar en esto desde ahora mismo, para que después nadie alegue ignorancia?
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