RAFAEL MOLINA MORILLO
En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por la práctica del conocimiento y la dialéctica.
Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y dijo: -¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?
-Espera un momento, amigo, -replicó Sócrates-. Antes de decirme cualquier cosa quisiera que pasaras un pequeño examen, es llamado el examen del triple filtro.
-¿Triple filtro?
-Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea tomar un momento y filtrar lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo «el examen del triple filtro». El primer filtro es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
-No -dijo el hombre-, realmente sólo escuché sobre eso.
Y dijo Sócrates:
-Entonces no sabes si es cierto o no. Ahora permíteme aplicar el segundo filtro: el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
-¡No, por lo contrario!
-Entonces -continuó Sócrates- deseas decirme algo malo de él, pero no estás seguro de que sea cierto. Tú puedes aún pasar el examen, porque queda un filtro: el filtro de la utilidad. ¿Será útil para mí lo que vas a decirme de mi amigo?
-No, realmente no.
-Bien -concluyó Sócrates-. Si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno e incluso no es útil, ¿para qué decírmelo?
(Contribuído por Dorysel Abreu)