Hoy 
POR RAFAEL MOLINA MORILLO
La jornada de ayer transcurrió en medio de un elogio generalizado para la Junta Central Electoral y una crítica, también generalizada, para el mismo organismo. El elogio, repetido en los más diversos ambientes de distintas banderías políticas, se fundamentaba en lo bien organizado que estuvo el proceso, que esta vez no se vió afectado por improvisaciones ni truculencias, en términos generales.
La JCE trabajó, justo es decirlo, con tiempo suficiente para corregir anomalías, que son normales en una operación a nivel nacional con doce mil mesas electorales y más de 2,400 funcionarios a ser elegidos. A ese reconocimiento se unieron los diplomáticos extranjeros acreditados en el país, tal como lo manifestaron en una comparecencia ante la televisión.
La crítica, también bastante compartida, tuvo y tiene su razón de ser por la pobre y deficiente campaña para enseñar a los ciudadanos a votar. Es cierto que al pueblo dominicano se le puede reconocer cierta experiencia en materia de elecciones, pero no se puede olvidar que esta vez votamos con un sistema nuevo y complejo, que requería una labor educativa intensa de parte de la Junta Central Electoral. El propio presidente de la JCE expresó sus temores de que al final aparezcan muchos votos nulos «porque los electores no sepan ejercer el sufragio». ¿Y quien, sino la JCE, es responsable de que la gente sepa votar? ¿Los partidos políticos? ¡Sueña, Pilarin! Los partidos solo buscan ganar el poder para repartirse el botín.
Al momento de escribir estas líneas todavía no se tienen cifras sobre el grado de abstención que pueda haber, ya sea por una clara y pensada decisión de no votar o sencillamente por no saber sufragar. Tampoco dispongo de datos sobre las preferencias políticas del electorado. Sea como sea, sin embargo, deseo que todo termine como comenzó, pacífica y civilizadamente. Y que, al final, no haya ganadores ni perdidos, sino que entre todos trabajemos para bienestar del país.
