MIS BUENOS DIAS
¡Frutero, coquero!

MIS BUENOS DIAS <BR>¡Frutero, coquero!

RAFAEL MOLINA MORILLO
Ayer asistí en el Cementerio Cristo Redentor a las exequias de un ser muy querido. Momento terrible, como era de esperarse, digno de la mayor solemnidad.

Pero otra vez tengo que referirme a las condiciones imperantes en el mencionado camposanto, y lo hago con la mejor intención de contribuir con las autoridades edilicias correspondientes que tal vez no han tenido la oportunidad de percibir lo que a continuación describo.

En la entrada del cementerio, pero ya dentro del mismo, suele estacionarse un frutero para hacer su negocio ofertándole su mercancía a los apesadumbrados dolientes y demás acompañantes del duelo. Como es natural, en el entorno de la improvisada frutería se crea un círculo de suciedad, cáscaras, semillas y demás desperdicios, que en nada contribuyen al ambiente de paz, higiene y meditación que debe reinar en aquel lugar.

Por otra parte, después de completadas las honras fúnebres, cuando el cortejo de familiares y amigos se dispone a retirarse, aparece entre mausoleos y tumbas, un coquero, colín en mano y triciclo al lado, ofreciendo en venta agua de coco a cada transeúnte.

No sé cuántos mas de estos vendedores deambulan por otros rincones del cementerio, pero los que he citado no deben ser los únicos.

Se me dirá que se trata de padres de familia que, de alguna manera, deben ganar honestamente el sustento. Pero no. No en ese lugar. Los cementerios deben ser respetados e investidos de la mayor solemnidad.

Este es un llamado de buena fe. Ojalá que el Ayuntamiento lo entienda así, y me haga caso, instalando uno o mas guardianes que impidan todo tipo de actividad comercial en tan místicos espacios.

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