Hoy 
POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Uno proclama a los cuatro vientos que a su partido hay que respetarlo a las buenas o a las malas. El otro se deja provocar y suelta la amenaza de que si es guerra lo que quieren sus adversarios, guerra tendrán. En el intercambio de bravatas solo faltan los gruñidos y los ladridos: ¡grrrrr
.! ¡Jáu, jáu, jáu!
Ese es el drama que nos toca presenciar en el escenario político nacional. Insultos, improperios, amenazas en todas las direcciones. ¿Es esa la clase de dirigentes políticos que deseamos? ¿Son esos los ejemplos de conducta que merecemos?
La respuesta a ambas preguntas es un ¡no! rotundo. Lo que deseamos y merecemos son dirigentes políticos sensatos, que sean capaces de confrontar sus ideas opuestas con argumentos y no con invectivas. Queremos y merecemos un diálogo civilizado, un ambiente de respeto mutuo, un debate con dignidad.
Si los partidos políticos son como sus líderes, pocas esperanzas nos quedan. Si la suerte de la democracia descansa en los partidos y sus dirigentes, ¡pobre democracia!
