RAFAEL MOLINA MORILLO
A la hora de escribir estas líneas, Jeanne  regresaba de ser un huracán categoría 1 para convertirse de nuevo en tormenta tropical.  En otras palabras, perdía fuerza. Buena noticia.

¿Qué ha pasado desde entonces hasta el momento en que usted, lector o lectora, posa sus ojos en esta página? Mi deseo es que haya continuado debilitándose y que salga pronto de nuestro territorio. Pero mientras tanto, podemos empezar a evaluar los daños causados y a demostrar nuestro reconocido espíritu de solidaridad.

Muchas personas han perdido sus hogares o, en el mejor de los casos, sus pertenencias. Pero no permitamos que también pierdan la esperanza. Seamos sensibles y acudamos en su ayuda. Respondamos generosamente con lo que podamos, a través de los clubes, iglesias, maratones y grupos especiales que seguramente se pondrán a disposición de una causa noble para socorrer a quienes ahora nos necesitan.

Los aportes pueden ser grandes o chicos, con tal de que sean ofrecidos con amor. Recordemos la parábola del mendigo que apreció más la limosna pequeña de quien, teniendo poco, le dio todo lo que tenía, que la limosna grande de quien, teniendo mucho, solamente le dio lo que para él significaba sólo una migaja.

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