Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
No sé si reir o darme cascazos en la pared. Además de la reciente creación de la Comisión Nacional de Etica mediante un decreto presidencial, ha sido juramentada otra comisión de ética, ésta perteneciente a la Procuraduría General de la República. Existe además el Depreco, un organismo para prevenir, detectar y perseguir la corrupción administrative.
Tenemos organismos de ética por todas partes. Parecería que estamos vacunados y requetevacunados contra el virus de la trampa, la cogioca y la inmoralidad. Pero aún así, la corrupción campea por sus fueros y la impunidad está a la orden del día.
No pongo en duda la calidad humana de aquellas personas que conforman esas comisiones de ética y anticorrupción, y mucho menos la seriedad y honestidad de quienes figuran a la cabeza de esas entidades, como lo son el doctor José Joaquín Bidó Medina, la historiadora Mu Kien Adriana Sang Ben y el doctor Octavio Lister. Pero aparte de que se trata de organismos innecesarios que vienen a competir con los establecidos por las leyes a través del Ministerio Público-, de nada nos sirven hasta que no se perciba en el propio Poder Ejecutivo una voluntad sincera para poner fin a toda la podredumbre cívica que nos envuelve, sin hacer distinciones en razón de los colores politicos de quienes deben ser investigados y sancionados.
No se nota esa voluntad. El Ministerio Público da la apariencia de dejarse influir por motivaciones partidistas que le impiden actuar con entera libertad y criterios independientes. Prima la impresión de que, sin la necesidad de tantas comisiones de ética extrajudiciales, todavía estamos a tiempo de devolver la confianza a la ciudadanía. No desaprovechemos la oportunidad.
