RAFAEL MOLINA MORILLO
Es insólito que una entidad tan solemne como la Suprema Corte de Justicia tenga que someterse al capricho de un extranjero que olímpicamente decide irse de juerga a una fiesta el mismo día que los honorables magistrados le esperaban para que sirviera de intérprete en un juicio que tiene acaparada toda la atención nacional.
Se trata de la causa que se le sigue al diputado Radhamés Ramos por intentar introducir ilegalmente al país a una docena de extranjeros indocumentados, a través de la frontera con Haití. Entre los implicados en este delito se encuentran dos ciudadanos chinos que guardan prisión por ese motivo, a quienes hay que buscarles un intérprete, pues ellos no saben ni «ji» de español.
Aparece, entonces, un chino residente en el país, quien se ofrece a servir de intérprete en beneficio de sus paisanos, pero ¡eso sí!, no cobrará ni un centavo, hará su trabajo gratuitamente¼
Ese fue el gancho en que cayó la Suprema Corte, porque al ser el intérprete un voluntario que no recibe paga por sus servicios, no se le puede exigir nada. Así, pues, el día de la causa, cuando los honorables jueces estaban ya sentados en sus respectivas poltronas, con togas y birretes debidamente puestos, el intérprete de marras mandó a decir que lo sentía mucho, pero ese día era el Año Nuevo Chino y él no se iba a perder de esa fiesta.
Resultado: un nuevo reenvío de la causa al Chino Ramos. Ojalá que en la próxima audiencia, el festivo intérprete gratuito no tenga alguna sobrinita que cumpla años!
r.molina@verizon.net.do