RAFAEL MOLINA MORILLO
No acepto que se me brinde nada como una verdad absoluta. Escucho y atiendo todo lo que venga, siempre y cuando se me deje margen para creer o no creer.

Del mismo modo, tampoco rechazo nada de manera absoluta. Siempre dejo en lo más profundo de mi ser un rinconcito donde alojar aunque sea la más remota posibilidad de que, aquello en lo que no creo por firmes razones, pueda ser lo cierto y verdadero.

Esa manera de ser me sale a flote en cualquier terreno. En los deportes, en la política, en la ciencia, en las creencias religiosas, en las artes, en el trabajo¼

Como consecuencia de ello, nada me sorprende ya. Contemplo, desde mi observatorio, pero sin pretensiones de ser juez, cómo las personas discuten sin transigir, provocando situaciones de conflicto, sólo por no haber aprendido el arte de la tolerancia.

El indio sabio de México, Benito Juárez, predicó que la paz reposa en el respeto al derecho ajeno. Yo voy más lejos: la paz y la convivencia son más seguras aún si se respetan el desacuerdo, la disidencia, la contradicción, la manera diferente de pensar del vecino o del enemigo.

Si no lo ha hecho antes, practíquelo usted, lector o lectora. Me lo va a agradecer.

————
r.molina@verizon.net.do