MIS BUENOS DIAS
Megaproyectos megautópicos

MIS BUENOS DIAS <BR>Megaproyectos megautópicos

RAFAEL MOLINA MORILLO
Estamos en la temporada de megaproyectos 2005. De temporadas anteriores nos quedaron recuerdos como la Feria de la Paz, hoy conocida como Centro de los Héroes; el Faro a Colón, así como los túneles y elevados del anterior gobierno peledeísta.

La Feria, producto de la megalomanía de Trujillo, se construyó en tiempo record y a un costo para aquel entonces muy elevado. Aunque muchos de sus edificios quedaron mal terminados, lo que obligó a los sucesivos gobiernos a invertirles mucho dinero para hacerlos útiles, hay que reconocer que posteriormente han servido para alojar decentemente muchas oficinas públicas, así como instituciones tales cual el Congreso Nacional, el Ayuntamiento de la capital y otras. El Teatro Agua y Luz, en cambio, es hoy dia un cadáver gracias a la falta de mantenimiento crónica que padecemos.

A Joaquín Balaguer se le metió en la cabeza construir el Faro a Colón, y lo hizo. Ahí está ese elefante blanco, dormido sobre la roca de la parte oriental de la ciudad, con las cenizas venerables del Gran Almirante en su vientre de concreto armado. Otros megaproyectos de Balaguer fueron las grandes y anchas avenidas que la gente consideró exageradas y que hoy son insuficientes; y el Paseo de los Indios, pulmón de la ciudad sin el cual resultaría difícil sobrevivir.

¿Tuvo Hipólito Mejía algún megaproyecto? Hago memoria y no lo encuentro¼ a no ser que consideremos como tal la aventura de los Juegos Panamericanos, que lo único que nos ha legado es una inmensa deuda todavía insatisfecha.

Leonel Fernández también gusta de los megaproyectos, y para ello cuenta con su megaproyectista favorito: Diandino Peña. Primero fueron, en su gobierno anterior, los túneles, elevados y bulevares. Ahora quiere el Metro, y quién sabe si también sueña con dos o tres islas artificiales frente al malecón. Ya lo del Metro está destapado, y se nos pretende imponer contra viento y marea. Y de las islas, se ha hablado no poca cosa.

¿Para qué –me pregunto yo- hacer islas artificiales, si contamos en nuestro territorio con escenarios bellísimos de playa o de montaña, todavía en espera de ser inteligentemente utilizados?

No nos dejemos abrasar por la fiebre de los megaproyectos, y menos en estos tiempos de crisis. Prudencia y moderación es lo que manda el momento.
r.molina@verizon.net.do

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