Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
No soy un opositor sistemático de los viajes del Presidente de la República al exterior. Llámese Leonel Fernández, Hipólito Mejía o Joaquín Balaguer, el personaje no importa, sino la función. Pero sí pienso que así como hay viajes productivos y necesarios, también los hay improductivos e improcedentes.
Por ejemplo, el presidente Fernández se encuentra en estos momentos viajando por Asia, y por una parte me parece muy bien, porque los países que visitará (Taiwán, Japón y Corea) tienen mucho que enseñarnos para el desarrollo que tanto anhelamos, aparte de que también pueden proveer inversionistas idóneos que dinamicen la economía nacional con las mismas fórmulas que les han garantizado el éxito en sus propias naciones.
Lo que no me ha gustado de este viaje presidencial ha sido la parada de la comitiva oficial en Los Angeles, más propiamente en Hollywood. Esa festiva presencia del Presidente de la República Dominicana y su señora esposa entre artistas del celuloide y promotores de cine (no tan conocidos, como se quiere vender), no ha podido ser más inoportuna, en estos momentos que la angustiada familia dominicana está siendo golpeada por una ola de delincuencia que las autoridades no han sido capaces de batir.
Para justificar las fiestas bajo los reflectores de la fábrica de sueños, se arguye que con ese contacto se busca incentivar la industria del cine entre nosotros, con sus consiguientes beneficios económicos. Pero, realmente ¿serán tantos?
Sea como fuere, pienso que los asesores de imagen del Presidente debieron escoger otro momento y otros funcionarios (no al Presidente) para hacer esos negocios de candilejas en Beverly Hills, que tanto contrastan con lo que está sucediendo aquí diariamente en materia criminal.
Si queremos entrar en el negocio del cine, no hay que ir tan lejos, ya que la más dramática película de terror es la que estamos viviendo los dominicanos en medio de la inseguridad social y del incremento delincuencial que a todos nos quita el sueño.
