RAFAEL MOLINA MORILLO
Con la partida final de don Manuel Corripio García perdí un lector para esta columna, un lector que en las cada vez más esporádicas ocasiones en que nos encontrábamos me estimulaba con sus expresiones de solidaridad con los puntos de vista y los mensajes que yo expongo en ella. Y como para demostrarme que era verdad que me leía, me mencionaba algún trozo o detalle de lo que yo había escrito, de manera que no quedara duda de que su expresada simpatía era sincera y verdadera.

Ayer, en su velatorio, coincidieron muchos amigos, de esos que uno se pasa mucho tiempo sin ver. No pocos de ellos aprovechaban el encuentro para halagarme con la noticia de que son mis lectores. ¡Paradojas de la vida!, Ignoraban todos que, precisamente, el hombre a quien estábamos despidiendo de este mundo había sido uno de mis más apreciados estímulos. Por su sencillez, por su autenticidad, por su humildad, por su cariño.

Rindo hoy homenaje póstumo a ese lector muy especial. Paz a sus restos. Consuelo y fortaleza a su descendencia.
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