Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
Recuerdo que, cuando era niño, uno de mis juegos favoritos era el de policías y bandidos. El grupo de amiguitos se dividía en dos bandos, los buenos y los malos, y al final tanto podían ganar los bandidos como los policías.
La realidad nos ofrece hoy, en vivo y en directo, un cuadro similar, con la diferencia de que ahora los muertos son de verdad y los robos no son una ficción. La población está alarmada por la creciente ola de criminalidad y para explicar el fenómeno se aduce, entre otras razones, que la Policía Nacional carece de equipamiento adecuado para combatir la delincuencia.
Este parece un buen momento para emprender la tarea de poner a la Policía en condiciones de cumplir cabalmente su misión, a tono con los requerimientos de los tiempos modernos. Hay que dotarla de buenos equipos de transporte, comunicación, armamentos, laboratorios, computadoras.
Por ejemplo, la Policía Nacional no cuenta con un solo helicóptero que funcione, mientras las Fuerzas Armadas tienen más de veinte. ¿Por qué no se le traspasa a aquella la mitad de esos helicópteros? Lo mismo podría decirse de las unidades de transporte terrestre, y hasta del marítimo.
En cuanto al factor humano, hay que continuar la labor de depuración de las filas policiales que se inició hace algunas semanas. Este proceso no debe detenerse. Los policías delincuentes que los hay- tienen que ser expulsados y puestos a disposición de la justicia.
Es cierto que somos un país en quiebra, pero creo sinceramente que, con decisión y buena voluntad, el gobierno puede hacer mucho para mejorar el cuerpo del orden, sin tener que gastar tanto dinero. Y vale la pena que lo haga pronto, antes de que, como eventualmente ocurría en mis juegos de niño, los bandidos les ganen a los policías.
