Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
Con bombos y platillos se anuncia que el Presidente de la República participará en el reparto, a nivel nacional, de cajas llenas de alimentos, golosinas, manzanas, ron, vinos y ponches, por valor de RD$400 millones, para la cena de navidad de los más pobres.
Parecería cruel criticar esta medida del Gobierno. Llevar alegría a las familias más necesitadas y calmar su hambre, son acciones como para abrir las puertas del Cielo de par en par.
Pero¼ ¿es la función del Estado asumir el papel de filántropo? Se dice, y todo parece indicar que es verdad, que el país está en quiebra. Nos estamos volviendo locos tratando de salvar las negociaciones con el Fondo Monetario porque sin su ayuda no podremos salir del hoy en que estamos metidos. Temblamos de miedo ante la posible exclusión del Tratado de Libre Comercio. Los diferentes departamentos del Estado se quejan porque a todos se les ha rebajado la asignación que habían pedido que se les consignara en el presupuesto nacional para el 2005. Parece, entonces, que es verdad que estamos quebrados.
La respuesta a este estado de cosas es la austeridad. Apretarnos el cinturón. Prescindir de todo lujo, de todo proyecto que no sea prioritario. Ahorrar hasta el último centavo.
Nos parece, pues, que destinar RD$400 millones de pesos a una cena de una sola noche, aunque sea la de Nochebuena, no es lo más indicado. Un mejor destino para ese dinero podría acarrear, en un futuro no lejano, mayores beneficios para esos a quienes se quiere dar de comer una vez, y para el país.
¿Qué se puede hacer con cuatrocientos millones? Mucho. Pero eso es tarea para los administradores del Estado.
