Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
¿Qué pensará un terrorista mientras arma una bomba que, cuando estalle, matará a decenas de personas? ¿Qué sensación invadirá su mente cuando, después de perpetrado el crimen, se sienta a ver por televisión los muertos y heridos que ha provocado? ¿Sentirá satisfacción o arrepentimiento?
El mundo está cambiando vertiginosamente. ¿Para bien o para mal? ¿Quién sabe? Lo cierto es que cada día que pasa descubrimos nuevos motivos para entender menos a la humanidad. ¿Qué es lo que nos mueve a actuar y a reaccionar de un modo determinado? ¿El poder? ¿El dinero? ¿El odio? ¿El amor?
Sucesos como los de Londres ayer, los de Madrid, los de New York y los de tantos otros episodios terroristas igualmente terribles e injustificables en cualquier parte del mundo, nos aturden sin dejarnos las más mínimas esperanzas de encontrar respuestas a la incomprensible conducta humana. Mientras tanto, pesa sobre nosotros un reclamo universal por un mundo vivible, a lo que cada uno de nosotros solo puede responder con lo que tiene. Parece poco lo que un simple ser humano es capaz de aportar, pero aún así, tenemos que hacerlo.
Por utópico que parezca, esa es la única forma de vencer al terrorismo. Con mucha fe, mucha voluntad y mucha fuerza moral.
