RAFAEL MOLINA MORILLO
Una pareja de recién casados se mudó para un barrio muy tranquilo. En la primera mañana en la casa, mientras tomaba café, la mujer reparó a través de la ventana que una vecina colgaba sábanas en el tendedero.
-Qué sábanas sucias está colgando en el tendedero! Está precisando de un jabón nuevo…¡si yo tuviese intimidad le preguntaría si ella quiere que yo le enseñe a lavar la ropa!
El marido miró y se quedó callado. Algunos días después, nuevamente , durante el desayuno, la vecina colgaba sábanas en el tendedero y la mujer comentó con el marido:
-¡Nuestra vecina continúa colgando las sábanas sucias! ¡Si yo tuviese intimidad le preguntaría si ella quiere que yo le enseñe a lavar la ropa!
Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso, mientras la vecina colgaba su ropa en el tendedero. Había pasado un mes, y la mujer se sorprendió al ver las sábanas limpias, y entusiasmada fue a decir al marido:
-¡Mira, ella aprendió a lavar la ropa¡ ¿Será que la otra vecina le enseñó? Porque yo no hice nada.
El marido calmosamente respondió:
-No, hoy yo me levanté más temprano y lavé los vidrios de nuestra ventana.
Así es la vida. Todo depende de la ventana a través de la cual observamos los hechos.
Antes de criticar, verifique si usted hizo algo para contribuir. Verifique sus propios defectos y limitaciones. Debemos mirar, antes de todo, dentro de nuestra propia casa, dentro de nosotros mismos.
Lave sus vidrios. Abra su ventana.
(Anónimo)