POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Dice el refrán que quien mete la pata y la saca a tiempo, queda bien. Por argumento a contrario, como dicen los abogados, puede afirmarse que quien saca la pata, pero vuelve a meterla, queda mal.
Yo entiendo que esta segunda versión puede aplicarse al flamante presidente de la Cámara de Diputados, en relación con su propuesta sobre las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) que apadrinan no pocos legisladores. Como se sabe, el Estado destina muchísimo dinero para regalárselo a estas ONGs propiedad de diputados y senadores, sin que se sepa luego qué se hizo con esos cuartos.
El presidente de la Cámara Baja se ganó el aplauso general por pocos segundos cuando propuso que se eliminen las ONGs manejadas por legisladores. ¡Bravo! Pero la dañó cuando sugirió que se asignen fondos a esos mismos legisladores para que realicen obras en sus comunidades.
¿En qué quedamos, entonces?
¿Cuestión de semántica?
Razón tienen los que afirman que los diputados no están para eso, sino para legislar. Lo que debe hacerse es prohibir tajantemente, por ley, que los legisladores ni ningún otro funcionario público puedan operar ONGs de ninguna clase. Y san se acabó. Por si las moscas.