Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
Mi primera reacción fue de aplauso, porque por primera vez veía que un funcionario de quien se sospecha que incurrió en un acto de corrupción era sometido a la justicia para ser investigado y eventualmente castigado. El inculpado, para que no quepa duda, fue identificado con nombre y apellido.
Pero poco duró mi entusiasmo. Busqué en todos los periódicos el nombre del corruptor, pero mi pesquisa fue en vano. A pesar de que se consigna que el funcionario corrupto portaba un cheque por RD$50,000 emitido a su favor por el corruptor, el nombre de éste no aparece por ninguna parte.
¿Por qué? ¿Encubrimiento? ¿Pejes gordos? ¿Miedo?
No me vengan con la historia de que existe la presunción de inocencia, porque en ese caso también habría que aplicarle la misma presunción de inocencia al funcionario corrupto, hasta que un juez lo declare culpable.
Mientras la ley no se aplique con igual rigor para todos, no podremos hablar de justicia en este país. La ley no puede ser implacable para unos y mirar para el otro lado cuando se trata de otros. El director de Aduanas, el fiscal del Distrito Nacional y el director del Depreco, todos ellos señores muy respetables¼ me han decepcionado.
