Hoy 
POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Ayer se conmemoró el 45º aniversario del ajusticiamiento de Trujillo, quien sometió a este país a su yugo sanguinario y expoliador durante más de 30 años, en lo que se considera una de las más férreas dictaduras conocidas en el continente a lo largo de la historia. Como era de esperarse, se produjeron muchas manifestaciones de repudio a su régimen, por un lado, así como, por la otra parte, fueron exaltados los héroes y mártires que, tanto en la gesta del 30 de Mayo como en las anteriores que no tuvieron éxito, entregaron sus vidas, sus bienes y su tranquilidad para liberar al pueblo de la oprobiosa tiranía.
Sirvió la fecha, pienso yo, para que las nuevas generaciones que no vivieron aquellos años oscuros o no los recuerdan porque eran muy jóvenes tengan presente las desventuras y humillaciones que se derivan de los regímenes de fuerza. Y por ende para que puedan apreciar la importancia de estar siempre vigilantes a fin de impedir que sus derechos sean conculcados o simplemente burlados.
Me preocupa que se habla mucho, en estos tiempos, de la necesidad de una mano dura para poner en orden este país. Peor todavía, se añora a Trujillo, con nombre y apellido, demostrando así, quienes incurren en ese dislate, su crasa ignorancia acerca de lo que fue esa etapa de la historia nacional.
La única dictadura deseable y necesaria es la de la Ley. La República Dominicana tiene leyes casi para todo. Cualquiera creería que aquí todo está previsto. Y es verdad. Las leyes están ahí, lo malo es que no las cumplimos y lo único que hace falta es un gobierno que las haga cumplir. Sin excepciones, sin privilegios, sin protegidos, sin canchanchanes. Sin prórrogas cuando se vencen los plazos. Sin triquiñuelas en la justicia. Sin disimulos.
Esa dictadura, la de la Ley, es la que debemos propiciar. ¡Que viva la dictadura la de la Ley, por supuesto!
