RAFAEL MOLINA MORILLO
Si se sumaran los disgustados o inconformes de cada uno de los tres partidos grandes, y a esa suma se le agregaran las militancias de los partidos chiquitos, el resultado podría ser una gran mayoría.
Esa fórmula simplista, sin embargo, solamente funcionaría bajo una condición: que todos trabajen unidos. Y ahí es donde la puerca torció el rabo.
Pareció bonita, en principio, la idea de la llamada cuarta vía o cuarta opción, pero de inmediato empezaron las especulaciones subterráneas sobre quién encabezaría el movimiento, o sea, quien sería a la postre el candidato presidencial de la tal fuerza. ¿Hatuey? No, por su alta tasa de rechazo. ¿Eduardo? No, por su comportamiento ambivalente. ¿Danilo? No, porque a él le conviene más quedarse en su partido. ¿Candelier? ¿Soto Jiménez? Tampoco, por ser guardias.
Entonces saltan al ruedo, simultáneamente pero separados, Guillermo Moreno, con su nueva mayoría, y Narciso con su nueva izquierda, movimientos éstos que para inclinar la balanza como cuarta opción van a necesitar, sin duda, un trabajo ciclópeo.
El cuadro político está, pues, atomizado. Los tres partidos tradiciconales no lucen suficientemente grandes para ganar por sí solos unas elecciones, y los llamados emergentes o de bolsillo, no demuestran la suficiente sensatez como para unirse y colocarse en posición de competir con aquellos.
En pocas palabras: ¡¡está dura la cosa!!
(r.molina@codetel.net.do)