Hoy 
POR RAFAEL MOLINA MORILLO
No estoy en las filas de los que denuestan al país cada vez que le encuentran un defecto o una deficiencia. Me esfuerzo por ser comprensivo frente a determinadas situaciones difíciles que atravesamos y que nos hacen lucir menos desarrollados que otras naciones del área.
Sin embargo, con no poca frecuencia se tropieza uno con situaciones que, si no dieran ganas de llorar, fueran sencillamente caricaturescas. Por ejemplo: ¿Cómo es posible que un juicio en los tribunales tenga que ser aplazado porque el vehículo (¿sólo hay uno?) que se utiliza para trasladar a los acusados desde la penitenciaría hasta el Palacio de Justicia esté dañado o le falte una pieza.
Las audiencias judiciales no se deciden de un día para otro. Se planifican con semanas o meses de anticipación. O sea, que se sabe con antelación cuáles presos deben ser trasladados cada día, desde muchas fechas atrás. Si el vehículo está descompuesto, debe haber alguien responsable de resolver el problema de una manera o de otra, para nunca dejar esperando a un juez, varios abogados y todo un conjunto de empleados y auxiliares que se han molestado en acudir a la cita.
Es mucho el dinero que se dispendia en asuntos intrascendentes. Más que suficiente para dotar a las prisiones de los medios de transporte que hacen falta y evitar así que no pasemos de ser una trágica caricatura penitenciaria en el Caribe.
