RAFAEL MOLINA MORILLO
Cada vez que salgo de viaje llevo conmigo mi computadora, con el fin, principalmente, de esccribir y enviar desde donde esté, esta columna que me permite mantenerme en contacto con ustedes, mis lectores. Pero ¡vano intento!, casi nunca alcanza el tiempo para sentarme a escribir, con el lamentable resultado, para mí, de dejar este espacio vacío y recibir el reproche de quienes más me quieren.
Esta vez, por ejemplo, uní mis vacaciones a la obligación de asistir a un cónclave internacional relacionado con mis funciones de presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), lo que me permitió pasar varios días en Estambul y otros tantos en el legendario Egipto, sin dejarme tiempo para hacer la bendita columna.
A mi regreso, como es costumbre, me enfrenté a la montaña de periódicos publicados durante los quince días de mi ausencia, para ponerme al día, paso a paso, de lo ocurrido, y a la vez constatar cuáles cambios se habían producido en ese período.
Pero ¡oh, sorpresa!, nada ha cambiado. Los mismos temas de siempre siguen en agenda: no hay acuerdo en la seguridad social, se sigue hablando del robo de la electricidad, la Junta Central Electoral continúa queriendo reunirse con los partidos políticos, el metro permanece como tema de conversación, apresan nuevos narcotraficantes y así por el estilo.
En otras palabras, podría parafrasear al profesor aquel que, al regresar al aula como maestro, después de haber estado preso por política durante varios años, comenzó la clase ante sus sorprendidos alumnos diciendo, tranquilamente: Como decíamos ayer