POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Este será recordado en los anales de la historia como el país de las constituciones hechas al por mayor y al detalle, a la medida de los políticos de turno. Ello así porque cada político, sea de la vieja guardia o de las juventudes emergentes, quiere introducirle a la Ley de Leyes modificaciones para acomodarla a sus intereses particulares, en desmedro del pobre pueblo indefenso.
Me refiero específicamente a la pretensión de algunos dirigentes reformistas que han sugerido extender de cuatro a seis años el período de los legisladores y funcionarios municipales, sólo por esta vez, so pretexto de reunificar las elecciones presidenciales con las legislativas y municipales a partir del año 2012.
Para hacer ese cambio de fechas electorales habría que modificar el artículo 89 de la Constitución, que establece claramente que deben mediar dos años entre una elección y otra. Pero ¡no importa!, dirán los proponentes de la descabellada idea. Total, ¿no se ha reformado la Constitución cada vez que se ha querido acomodar una ventaja para uno u otro bando del espectro político?
Soy partidario de que se mantenga el sistema de las elecciones separadas, y en esto coincido con los dirigentes peledeístas y con los perredeístas, y difiero de la opinión expresada al respecto por el presidente de la Junta Central Electoral. Si lo que se quiere es modificar la Constitución, vayan los legisladores a los artículos 116 y siguientes y renuncien a su facultad para reformarla, creando en cambio una Asamblea Constituyente fuera de toda sospecha partidista, para que sea este organismo el único que pueda cambiar la Carta Magna.
Mientras tanto, dejen las elecciones separadas como están.