Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
Por una parte, oigo hablar de una encuesta internacional en la que se consigna que el 80 por ciento de los jóvenes dominicanos (24 años o menos) estarían dispuestos a abandonar su país e irse a vivir a otro lado, si contaran con los medios para poder hacerlo.
Por otro lado, escucho con demasiada frecuencia lo que dicen muchos políticos y no pocos expertos acerca del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y Estados Unidos: que el mismo no sirve y que nos hace más daño que bien.
Son dos síntomas ominosos, que me mueven a honda reflexión. ¿Por qué se quieren ir nuestros jóvenes? Obviamente, no tienen muchas esperanzas de contar con buenas oportunidades para echar para adelante en una sociedad cada vez más corrompida. Pero, por eso mismo es que en vez de pensar en emigrar, deben quedarse aquí para arreglar este tollo que las generaciones precedentes les están dejando como herencia. Ese es su reto, su desafío. Ya que nosotros, sus padres y abuelos, no hemos sabido, ¡arreglenlo ustedes!
Con respecto a lo del DR-Cafta sucede algo parecido. El tratado en sí no es malo, los malos somos nosotros, que no le estamos sacando provecho, como lo hacen las naciones centroamericanas. ¿Por qué las exportaciones dominicanas solo aumentaron en un 6% del 2003 al 2005, mientras que las centroamericanas crecieron en un 37% en el mismo período? ¿Son mejores ellos que nosotros?
En uno y otro caso, debemos revisarnos. Tenemos que dejar la politiquería a un lado y actuar como nación. Los jóvenes que se quieren ir y los viejos que hemos dañado el sancocho, todos juntos. Si no lo hacemos así, triste será nuestro destino.
