RAFAEL MOLINA MORILLO
La Asociación de Representantes, Agentes y Productores Farmacéuticos (ARAPF) muestra preocupación porque, según sus cálculos, en el país se venden cientos de millones de pesos en medicamentos falsificados.

La denuncia es grave, no solamente por el perjuicio económico que se causa a ese importante renglón de la maquinaria productiva nacional, sino también por el peligro que ello entraña para la salud de la población en general. Debe, pues, ponérsele atención a la queja de ARAPF.

Sin embargo, nada pasa. Todo sigue igual. Denuncias van y denuncias vienen, pero todo sigue igual.

¿Resulta tan difícil, acaso, detectar dónde operan esas fábricas clandestinas de falsos medicamentos, en un país tan pequeño como éste y donde todo el mundo se conoce? Una planta para elaborar medicinas, imprimir sus envases y sacarlas al mercado como si fueran las auténticas, no es tan fácil de ocultar o disimular. A mí me parece que la única explicación para que esas fábricas y ese mercadeo sigan funcionando es la corrupción y la complicidad, a todos los niveles.

He dicho un millón de veces y repito que la peor crisis que vive nuestro país no es la política, ni la económica, ni la social, sino la crisis moral que todo lo arropa. Y para curar ese cáncer no valen las medicinas, falsificadas o auténticas, sino solamente el ejemplo que venga desde arriba, la determinación sincera y decidida del Poder y la mano dura de una justicia inflexible e independiente.

¿Es tan difícil?

(r.molina@codetel.net.do)