RAFAEL MOLINA MORILLO
Anteayer comenté en esta columna que en el pavimento del túnel largo de la avenida 27 de Febrero, en Santo Domingo, había un hoy grande y peligroso. Ese mismo día una brigada de trabajadores lo arregló, junto a otros hoyos más pequeños.
Mi vanidad se infló porque ello fue una prueba de que me leen, pero más se avivó mi sentimiento de gratitud, a nombre de todos los usuarios del túnel, por la rápida respuesta de las autoridades, aunque no sé exactamente a quién le debemos el reconocimiento.
Pero no importa. Veámoslo desde el punto de vista de que un dominicano denunció una anomalía y otro dominicano acudió prontamente a corregirla. Se trataba de caso talvez insignificante, un simple hoyo en una vía pública, pero si aplicáramos esa misma actitud de servicio a todas las áreas, grandes y pequeñas, de la administración pública y del sector privado, habremos dado un gran paso.
¡Gracias, pues, y felicitaciones!