Mis Buenos Días
La puntualidad vista desde dos ángulos

<STRONG>Mis Buenos Días<BR></STRONG>La puntualidad vista desde dos ángulos

RAFAEL MOLINA MORILLO
El tema de la puntualidad sigue despertando interés. Los dos testimonios que siguen, rendidos desde diferentes estratos sociales, nos confirman que todo es según el color del cristal con que se mira…

Primer testimonio: “Con relación a sus articulos sobre la puntualidad, no es que difiera ni que la justifique, pero los de la clase de abajo, cuando vamos al trabajo, a la escuela o a buscárnosla a la calle, dependemos de las voladoras, que realmente vuelan cuando compiten unas contra otras, arriesgando nuestras vidas y muchas veces adonde llegamos a tiempo es al hospital o al más alla, por no decir al cielo o al infierno. Estas guaguas salen cuando les da la gana y despues va al paso porque la que va delante hasta que se llena no avanza y dependemos de si sus choferes amanecen de buen humor (esto va extensivo a la OMSA). Los que tienen sus vehiculos propios pueden desviarse de los tapones, nosotros no. ¡Ahi! don Morillo, si usted se va a montar en un carro público, el temor de que lo atraquen es tal que uno tiene que elegir el carro y dejar pasar el que usted cree sospechoso. Es por esto que mientras usted, Hipolito Herrera, Hamlet Hermann, Memé Cáceres y otros que tienen carro pueden llegar a la hora en punto, nosotros los de abajo no podemos. Espero vivir en Villa Mella a partir del proximo año, para no llegar ni un minuto despues a travez del famoso Metro.” (Franklin Gerónimo).

Segundo testimonio: “A mi enteder otro lugar donde la puntualidad es esencial es la Escuela. Recuerdo en más de una ocasión haberme ido sin desayunar a la escuela no por falta de alimentos sino de tiempo. El llegar tarde implicaba que mis padres se presentaran a la escuela a explicar el porque de mi tardanza. En el año de 1984 cursaba yo mi segundo año de inglés en la Universidad APEC. Mi Profesor de apellido Bueno, marcaba como ‘Ausentes’ aquellos que llegaran 5 minutos tarde a la clase. Yo viajaba desde San Cristóbal y una vez que llegué 10 minutos tarde, pensé que esa podria ser una excusa válida, pero no fue así. Al exponer mi enfado de que me marcara como ‘Ausente’ en la lista, el Profesor respondió de la siguiente manera: ‘Le pido a las hermanas Hernández que se pongan de pie’, acto seguido dos jovenes que siempre se sentaban al frente de clase se pusieron de pies. Dirigiendo la vista hacia mi, el Prof. Bueno dijo a la clase: ‘Estas dos jovencitas nunca han llegado tarde a la clase, y ¿tienen ustedes alguna idea de donde viven?’,  a lo que las jóvenes a duo respondieron: ‘Vivimos en Azua y viajamos cada sábado solo a esta clase’. No tengo idea a qué hora esas jovenes se levantaban de sus camas para llegar a tiempo. Solo les puedo decir que nunca más llegue tarde a la clase del Prof. Bueno ni a  ningún otro lugar. El precario transporte inter-urbano de la época, las condiciones del tiempo o el lugar donde residia, nunca más fueron excusas de tardanza. (Lily Bichara).

(r.molina@codetel.net.do)

Publicaciones Relacionadas

Más leídas