RAFAEL MOLINA MORILLO
Parece que no estamos solos en esto de la puntualidad, y quizás ha llegado la hora de que los puntuales nos enfrentemos a los impuntuales y comencemos nuestras actividades en el tiempo exacto, sin esperar a los que llegan tarde.
Entre varias cartas y e-mails recibidos ayer sobre este tema, selecciono ésta de mi viejo y entrañable amigo Manuel (Memé) Cáceres, para compartirla con los amables lectores, por lo autorizado y valioso de su testimonio:
¡Viva la puntualidad!
Como es de tu conocimiento, fuí el primer embajador con residencia en los países nórdicos, concretamente en Suecia, y concurrencia en Dinamarca, Noruega y Finlandia, donde experimenté el rendimiento y el provecho que se obtiene con la puntualidad, porque en esos países esa virtud es elemento fundamental de su avanzado desarrollo.
Parafraseando a Benito Juárez, – allí el respeto al tiempo ajeno es la efectividad y el progreso- y más luego cuando regresé a mi país me dediqué a observar en cuales actividades nos comportábamos con puntualidad y quiero expresarte que aquí, en República Dominicana, tengo el convencimiento que existen tres actividades donde la puntualidad se cumple con bastante rigurosidad, a saber: la primera es espiritual; el que llega a una misa cinco minutos tarde, se encuentra con que el sacerdote ya va por el Credo; otra quizás la más popular del pueblo dominicano, el que llega al Estadio de pelota 10 minutos después de las ocho, a amenos que se hayan producido algunas carreras, en esos 10 minutos habrá pasado la mitad del primer inning; y la tercera-también muy popular- a alguien se le ocurra entrar al cine diez minutos tarde, a menos que existan muchos anuncios que a veces ocurre; corre el riesgo de encontrar la película empezada.
Sí tradicionalmente hemos disfrutado de una excelente puntualidad en estas tres actividades tan populares, ¿por qué no podemos extenderlas a otras no menos importantes para cumplir con el respeto al tiempo ajeno?
Es cuestión de Vocación y Decisión. Espero que con esta misiva haya contribuido modestamente en tu cruzada sobre la puntualidad. Tu consecuente lector y amigo Manuel (Memê) Cáceres.