Hoy 
RAFAEL MOLINA MORILLO
Tenemos una Policía Nacional, una Policía Turística, una Policía Municipal, una Policía Secreta y cuchucientas policías privadas, pero la ciudadanía no acaba de recibir la protección adecuada.
Me quiero referir, específicamente, a la protección debida a los turistas y visitantes extranjeros, ya que, como todo el mundo sabe, vivimos en buena medida del turismo, y estamos más que obligados a prestarle atención a este importante renglón de nuestra economía.
Pongo un ejemplo, de la vida real hace un par de días. Unos amigos y colegas extranjeros, alojados en el hotel Hilton (en el oscuro y tenebroso malecón de Santo Domingo, otrora lugar ideal para dar una caminata a la luz de la luna y de las bombillas hoy apagadas, y frente al proceloso Mar Caribe), decidieron salir a cenar al cercano restaurante Vesuvio. Fueron en taxi, porque estaba lloviendo.
Al terminar la cena, habiendo ya escampado, prefirieron regresar caminando a su hotel. En ese corto trayecto de una zona turística por excelencia, fueron abordados en más de una ocasión por pandillas de prostitutas que ofrecían toda clase de servicios sexuales, de manera tan descarada y desenfadada, que hasta llegaban a tocar con sus manos a los estupefactos transeúntes. A uno de ellos le metieron la mano en el bolsillo y le sacaron unos cuantos dólares (por suerte, no fueron muchos).
Yo me pregunto: ¿Es así, con un malecón en tinieblas y sin ningún tipo de vigilancia o protección en una zona presumiblemente exclusiva y segura, como queremos privilegiar nuestra industria turística? ¿Qué podrán decir a sus amigos estos extranjeros cuando regresen a sus hogares?
Ahora bien, eso sí: de que tenemos muchos cuerpos policiales, no quepa ninguna duda: Policía Nacional, Policía Turística, Policía Municipal, Policía Bancaria, Policía Sanitaria, Policía Secreta, policías privados ¡Cuerpos policiales sobran! (Por lo menos, en el papel).
