RAFAEL MOLINA MORILLO
La reprimenda del Rey al Comandante Presidente ha dado la vuelta al mundo más veces que todos los satélites naturales y artificiales juntos. El enojado monarca aguantó menos que el presidente Zapatero, quien se lució por su paciencia, su ecuanimidad y la altura de sus argumentos. Por su parte, el locuaz Chávez adoptó la inteligente estrategia de sacar ventaja de la situación, en declaraciones posteriores manejadas a su antojo.
La opinión pública mundial está dividida. En una esquina están los convencidos de que ya era hora de que alguien diga las verdades mondas y lirondas, y desenmascare las farsas de tantas conferencias internacionales que no conducen a nada. Además, sostienen que el Rey estaba ebrio.
Los partidarios de Su Majestad, por su parte, entienden que el boche estuvo bien dado y que Chávez abusó de la paciencia y la educación de Zapatero.
Independientemente de quién tiene la razón, lo cierto es que la frase ¿Por qué no te callas? ha pasado ya a formar parte de la antología de locuciones famosas, en competencia con otras como el No me tapes el sol de Diógenes a Alejandro, el Que lo averigüe Vargas de Isabel la Católica, el Veni, vidi, vinci de César, o el ¿Quo vadis? de los romanos.
Oportunidades válidas para que la frase de moda sea utilizada entre nosotros, sobran. Bastaría hacer una lista con los nombres de todos nuestros políticos y politicastros, para luego irles diciendo por turno a cada uno: ¿Por qué no te callas?.