Hoy 
POR RAFAEL MOLINA MORILLO
Las prórrogas son primas hermanas de la impunidad, y la impunidad es pariente cercana de la corrupción.
Cada vez que se concede una prórroga se está premiando al que no cumplió con el plazo original, a la vez que se coloca al que cumplió en la categoría de los tontos.
El Depreco y la Tesorería Nacional acaban de conceder una prórroga de quince días más a los funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo que todavía no han presentado sus declaraciones juradas de bienes, como manda la ley.
¿Por qué tanta debilidad? ¿Por qué no se aplican las sanciones que con tanta alharaca se habían anunciado para los que no cumplieran esa obligación cívica y legal?
Por eso es que casi nadie en este país cumple las leyes. Porque se sabe que, de alguna manera, habrá un perdón, o un nuevo plazo, o un padrino.
El colmo fue lo que hizo la CAASD, al borrarle la deuda a todo aquel usuario atrasado en los pagos, con tal de que pagara una sola factura. Aquellos que estaban al día, quedaron como unos perfectos zoquetes. ¿Lo eran? Estoy por creer que sí.
La práctica de conceder prórrogas a los morosos e incumplidores debe ser abolida, por lo menos en lo que respecta a los asuntos públicos. El Estado no tiene por qué conceder privilegios, y menos a los incumplidores.
