RAFAEL MOLINA MORILLO
Un debate entre los aspirantes a la Presidencia de la Nación, conducido con seriedad e imparcialidad, sería de gran beneficio para los votantes, que así podrían aquilatar a los pretendientes y formarse su propio juicio acerca de cada uno.
Serviría, además, para que los candidatos puedan lucirse, si es que tienen luces para hacerlo, y marcar las diferencias que pudieren haber entre ellos.
Ha sido difícil en la República Dominicana, en elecciones anteriores, lograr que los rivales por el Poder acepten comparecer juntos ante el país, a través de la televisión, para exponer en vivo sus puntos de vista sobre los problemas nacionales y sus respectivas propuestas de solución a los mismos. Siempre aparece algún huidizo que alega no disponer de tiempo en su agenda, o que simplemente dice que no necesita acudir a debate alguno porque está ganado sin discusión.
En los países más avanzados desde el punto de vista democrático e institucional, los debates televisados constituyen una importante herramienta en los procesos electorales, y son algo que se toma muy en serio. ¿Por qué no imitar lo bueno?
Sería un gran paso de avance ciudadano que los aspirantes presidenciales se sometan en nuestro país a uno o varios debates públicos, con un árbitro o moderador aceptado por todos. El pueblo se lo merece.
Como dijo Pizarro cuando trazó la famosa raya en la arena: que pasen de este lado los que están dispuestos al debate; y que se queden atrás los cobardes y los inseguros que le temen a la confrontación. De ese modo el pueblo sabrá quién es quién.
(r.molina@codetel.net.do)
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