RAFAEL MOLINA MORILLO
Pasada ya la huelga, vale la pena preguntarnos si en verdad eran justas y razonables las demandas planteadas por sus convocantes.

En principio, parecería que sí. Porque es verdad que los salarios no alcanzan, que la ley de hidrocarburos merece ser revisada y que la vida está cara. Pero eso no es todo lo que hay que arreglar en este país. Hay otro tipo de problemas, mucho más difíciles, como lo son los que tienen que ver con la corrupción, la inobservancia de las normas éticas más elementales, la impunidad y la falta de institucionalidad.

No creo que simplemente con huelgas se resuelvan éstos ni aquellos problemas. Lo que hace falta es una clara y decidida conciencia popular para poder comprender que, si no corregimos el rumbo, vamos directo hacia el abismo. Y junto a esa clara conciencia falta también una inquebrantable voluntad política que sea capaz de frenar la marcha suicida hacia el abismo antes mencionado.  

Sé que es mucho pedir, pero es la única forma de salvarnos como nación. La subsecuente e inevitable campaña de moral social que tiene que venir después, ha de imponerse a rajatabla desde arriba, sin amiguismo ni pagos invisibles por servicios politicos recibidos, y con severas sanciones para todo aquel que pretenda servirse del Estado a costilla de los demás.

Porque esto tiene arreglo… ¿Quién dijo que no? Lo único es que todas las posibilidades de arreglo dependen de nosotros mismos.

(r.molina @  codetel.net.do).