Mis buenos días
¿Traumático y costoso?

Mis buenos días<BR><STRONG>¿Traumático y costoso?</STRONG>

RAFAEL MOLINA MORILLO
Se le atribuye al presidente Fernández haber dicho que la elección de una Asamblea Constituyente para introducir las necesarias reformas a la Carta Magna sería traumática y costosa y que, por esa razón, él prefiere el camino de un consenso nacional para realizar los aludidos cambios.

Lamento no estar de acuerdo con el Presidente, sencillamente porque, a la larga, después que se logre el anhelado consenso, será el Congreso Nacional quien tenga la última palabra –así lo establece la Constitución- para aprobar o desaprobar lo que le dé la gana. Y como el partido de Gobierno tendrá mayoría en ambas cámaras legislativas, es dable suponer que los senadores y diputados (que en primer lugar son políticos, y después ciudadanos) aprobarán las reformas constitucionales que mejor convengan al partido y al Gobierno.

Se trata, ni más ni menos, del mismo temor que se tenía cuando el Gobierno de Hipólito Mejía, que con su arrolladora mayoría congresional reintrodujo la reelección en la Ley de Leyes.

La fórmula ideal para salir del atolladero –y que, además de ideal, es absolutamente legal e institucional- es la expuesta recientemente por el Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo: hacer, no una, sino dos reformas. La primera, para que el Congreso, persuadido por el presidente del partido mayoritario, se despoje a sí mismo de la facultad de modificar la Constitución (artículos 116 y siguientes de la misma) y cree los procedimientos para que funcione después la Asamblea Constituyente. Y la segunda sería la que dicha Asamblea Constituyente, integrada por ciudadanos probos, capaces y sin compromisos políticos, adopte soberanamente.

Volviendo al tema con que he iniciado la columna de hoy, se me ocurre decirle al Presidente, con todo respeto, que lo traumática y costosa que resultaría la Asamblea Constituyente no es una buena excusa para descartarla. El parto de una criatura no puede ser más traumático, pero vale la pena; y lo costoso no debe asustar a nadie en un país donde se dispendian miles de millones de pesos, entre las obras suntuarias, la corrupción y la impunidad.

(r.molina@verizon.net.do).

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