Mario Álvarez Dugan acostumbraba referirse a sí mismo como El Coctelero, identificándose así como autor de su formalmente anónima columna diaria en este periódico. Durante los últimos 8 años y medio estuve vinculado a don Mario mediante esta columna en la que enfocaba los más variados temas.
Aunque la columna tenía su corrector de estilo -primero fue Danilo Rodríguez, luego José Goudy Pratt y finalmente Rafael Rasuk- me tocaba darle un último vistazo en mi condición de responsable de la página 2 del periódico, página que por varios años tenía el encabezado de Plana 2 y ahora el de Enfoque.
Don Mario era muy minucioso en lo que escribía, en la selección de las palabras apropiadas, podría decirse que puntilloso, y no le gustaban los errores en sus textos. Por eso, había que revisar bien y cotejar con el original que redactaba en la antigua máquina de escribir Olympia que lo acompañó hasta sus últimos días. Incluso, las últimas columnas las escribió en la clínica donde estuvo recluido. Su familia y nosotros en la Redacción debimos percibir que con su columna don Mario se conectaba al mundo, a la vida. Por eso nos esforzábamos para que saliera y que saliera como él quería.
Como El Coctelero no tenía hora fija para escribir, a veces yo recibía la columna en su original, a veces por fax. Fuera original o faxeada, era común que don Mario hiciera anotaciones manuscritas, cambios, correcciones, que a veces daban a lugar a dudas de los componedores o de los correctores. Entonces, me tocaba llamarlo a su casa para ponernos de acuerdo o corregir lo que fuera. Siempre me atendió con prontitud, cortesía y amabilidad.